La pandemia mundial ocasionada por la expansión del COVID-19 ha transformado nuestras vidas a todos los niveles, ya que nos ha privado de un derecho, y necesidad, fundamental como lo es la libre circulación. Ya no podemos ir a comprar cuando nos apetece, ir al bar de la esquina ni, simplemente, dar un paseo.

Pero, no sólo nuestra vida social ha modificado drásticamente, sino que en el ámbito laboral la incidencia del confinamiento ha sido de todo punto devastadora. Muchas empresas se han visto obligadas a cerrar temporalmente, y las que han podido continuar con su actividad -salvo que se trate de organizaciones que prestan servicios considerados como esenciales- han apostado por el teletrabajo, cuestión un tanto peliaguda puesto que, para “teletrabajar”, no sólo hace falta tener un ordenador, sino que la empresa debe contar previamente con una estructura organizativa que permita a las personas trabajadoras contar con todas las herramientas para poder desarrollar su labor de forma eficiente y rentable.  Con independencia de este hecho, lo cierto es que el teletrabajo debe ser la opción por las que todas las empresas apuesten de manera prioritaria, debido a que una sobreexposición de la población al virus podría comportar un nuevo repunte de casos.